Javier y Laura. Con la tecnología de Blogger.
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Extra III + Capítulo 11

Después de un mes de parón, subimos dos capítulos. De este primer tramo solo falta el Extra IV, interconectado con el capítulo 11. Esperemos que os gusten y perdonad esta larga ausencia, pero hemos estado algo ocupados.


EXTRA III
AYAH
"LA MUÑECA MALDITA"
[1967]

Querida Hoyuelo, supongo que tu padre te habrá contado que eres la viva imagen de nuestra pobre Mohini. De hecho, el día de tu nacimiento, vino directo a tu abuela diciéndole que Mohini había vuelto en forma de su nieta; se veía en la cara de Lakshmnan que algo había renacido dentro de él. Desde aquel fatídico día en el que le separaron de su mitad no se le vio tan lleno de vida y con una luminosidad especial en el cuerpo.

Recuerdo el momento en que, aparte de ti, había otra imagen que también irradiaba la belleza de nuestro ángel. Todo esto ocurrió de una forma muy curiosa, poco después de la ocupación japonesa, en ese momento en el que los soldados japoneses estaban huyendo del país temiendo las futuras represalias de los soldados americanos, ya que tenían la guerra ganada. Como no habían contado con este desenlace, no se habían proporcionado barcos de carga para llevar sus enormes propiedades, comida y tesoros confiscados a la gente de Kuantan, exactamente ubicados en un almacén que se encontraba al lado del mercado.

Obviamente, el pueblo no tardo en enterarse de la noticia, y con carros y bicicletas se dirigían con prisas al almacén. Nada más llegar la noticia a oídos de tu abuela, me envió allí.

—¡Date prisa! —gritó—. ¡Antes de que se lleven las mejores mercancías!

Me puse con todas las prisas posibles la ropa de calle y fui pedaleando lo más rápido que me permitían mis piernas al mercado. Vi por el camino como volvían las personas con grandes sacos llenos de arroz, harina y bastantes antigüedades. Mis temores se hicieron realidad; cuando llegué al almacén saqueado solo quedaban cajas vacías y una capa de polvo.

Di una vuelta, pero ya parecía mentira que ese lugar había albergado uno de los mayores recursos de Kuantan. A punto de irme desanimado, avisté una pequeña caja oblonga de madera claveteada.

“Bueno —pensé—, más que nada. Igual en su interior hay algo de valor.”

Ya en casa, lo primero que vi fue la cara de decepción de tu abuela al ver que solo llevaba una caja de madera, pero sin perder tiempo la abrimos. Su interior nos dejó asombrados; en realidad, el primer y único objeto que sacamos. Parecía una figurita tallada a mano por el mismísimo Ganesha, y deslumbraba una belleza increible.

—Es…es… —tartamudeó Sevenese.
—Es Mohini —dijo tu padre, sin el mínimo cambio de expresión de su cara.

Aquella muñequita de jade con destellos verde oscuro permaneció en la vitrina familiar junto a los demás recuerdos familiares. Después supe porqué a Lakshmnam le había sido indiferente este gran hallazgo. Los japoneses se habían llevado a Mohini, y a cambio, nos habían ofrecido una imitación de ella que no sentía, que no hablaba, que no transmitía sentimientos y que su destino era reposar en la vitrina solo para poder contemplarla. No era indiferencia, era una llama que aumentaba su fuego interior, la furia. Nunca nos trasmitió sus sentimientos directamente.

También pude leer el interior de tu querida abuela al contemplar la figura por primera vez. En ese momento recordaba ya como hace años un adivino le había hecho una profecía sobre su vida. Un fragmento de ella era “Atraerás a tus manos un objeto ancestral de gran valor. No te lo quedes ni intentes obtener ningún beneficio de él. Su lugar está en un templo". No podíamos tirar esa reliquia; por fin teníamos un recuerdo de ella, y eso sería aceptar que el adivino tenía razón con el resto de la profecía, la cual no era muy halagüeña en su contenido. La figura sigue en su sitio, y desgraciadamente pienso que tendríamos que habernos desecho de ella; es una brisa de mala suerte que se ha instalado en esta casa.

¿Tendría sentido deshacerse de ella? Pregúntale a tu abuela. El día que alguien quiera que salga de la vitrina, sabré que no es mi Nefertiti.

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CAPÍTULO 11
NISHA
'Transición'
[2001]

Había sido un día muy denso, y estaba agotadísima. Iba conduciendo a mi pequeña mansión para reflexionar con la almohada; esperaba que Amu no hubiese hecho la cena, no suelo tener hambre por las noches.

Seguí conduciendo y me desvié del camino. No sé como, acabé delante de la casa de Mui-Tsai. Varias preguntas rondaron por mi mente: ¿Mui-Tsai? ¿Qué hago delante de su casa? Indirectamente, mi subsconsciente me había dirigido a su vivienda… Supuse que necesitaba alguien con quien hablar del día de hoy. ¿Pero, porqué Mui-Tsai y no cualquier otra persona?
Pulsé el timbre y me abrió la puerta una mujer relativamente joven, pues tenía unas ojeras enormes y la piel negra, pero no como el bisabuelo Ayah; mucho más negra, pero estuve segura de que no era por el contacto con el sol. El pelo lucía un negro mate; ya había perdido el brillo. Otra característica es que era de una estatura muy baja, mediría 1’40 metros. No era costumbre ver ese tipo de mujeres en Malasia. Recuerdo las clases en la escuela; había personas que adquirían un maquillaje totalmente negro por sus antepasados para resistir la dureza del sol en la lejana África. ¿Pero como pudo llegar aquí una joven africana?

No pronunció palabra, simplemente me llevó al salón, donde Mui-Tsai, vestida con una bata de andar por casa, sentada en un sofá de considerable valor y tomando una infusión, estaba viendo una telenovela bastante popular en el país.

—Vaya, Nisha, no te esperaba. Ven, siéntate, y acaba de ver el capítulo de hoy conmigo —dijo ella, con una sonrisa que mostraba arrugas en su cara.

Sinceramente, nunca me han interesado las novelas televisadas. Creo que las repelo. Amor, desamor, engaños y amantes son el pan de la protagonista en cuestión de días. Demasiado surrealista para mi gusto. Por suerte, solo le quedaba unos minutos. El final narraba que la protagonista había elegido el amor de su marido en vez de huir de él, un empresario de la gran ciudad, que la engañaba con una burda dama de la noche. No puedo evitar pensar en mi madre cuando pienso en ese episodio.

—Siento haberte hecho esperar, querida, me he enganchado a esta serie televisiva. Nasib, ¿puedes llevarte la taza a la cocina, por favor?

Sin gesticular ningún movimiento en su boca, se acercó, cogió la taza vacía y se fue.

—Curiosa sirvienta la tuya, Mui-Tsai. No sabía que habías estado en la lejana África.
—¿África? Oh, no, ni mucho menos, Nisha. Es demasiado joven para que la haya recogido de un lugar tan lejano, y mis huesos no están de humor para viajes de tal calibre.
—¿Entonces, de dónde has recogido a esta curiosidad exótica?
—¿No has oído hablar del pueblo Semang? Están casi desaparecidos, pero muy dispersos por Malasia. A ella exactamente la encontré en la provincia de Kelatan, donde queda una pequeña población de ellos. La vi escondida en mitad de la selva, ataviada con un ropaje llamativo, cubierta de sangre e inconsciente. No estaba herida.
—¿Y qué le podría haber pasado?
—Tienen por costumbre que los recién casados de sus poblaciones han de pasar un tiempo dentro de la selva. Supongo que su suami fue atacado por alguna bestia de la selva, muy triste. Supuse que pertenecía a los Jahai, una división de su pueblo en general, pero está muy mal, repito, muy mal considerada la violencia en su cultura. Seguro que la culparían por la muerte de su marido y la condenarían, así que la rescaté y me la traje en el viaje de vuelta a Petali Jaya. Supongo que tiene el nombre perfecto para lo que le ha acaecido la vida —añadió con gran énfasis.
—¿Y… habla? —pregunté, con curiosidad.
—Solamente habla el semang, aunque he conseguido que aprenda órdenes en malayo, así que no tardará en hablarlo. También le costó mucho adaptarse a la vida de ciudad; recuerdo que la primera vez que observó la vista panorámica de la ciudad se llevó un gran susto, aunque he mandado habilitar una zona en el jardín con denso follaje para que se sienta como en casa.

Realmente, Mui-Tsai era una persona a la que le preocupaba mucho las vidas de las personas; en el mundo falta gente como ella. Estuvimos hablando un poco de la cultura semang, de cómo avanzaba 'El Camino de los Sueños', y de su próximo viaje.

—Me gustaría volver a Tailandia; fue uno de los primeros viajes que hice a solas con mi difunto marido, y viví una experiencia espectacular. Tendrías que venir conmigo, Nisha.
—¿A Tailandia? Bueno, no sé que decir…
—Claro que sí, pequeña; dile a Bella que se anime, lo pasaremos bien.

Nos reímos ante la idea; yo lo pasaba bien con ella, y estaba desapareciendo la tensión acumulada durante el día y comenzaba a perder el sueño. No tardé en irme, pues el tiempo había volado y ya eran las ocho y media. Entre charla y charla, el tiempo se alarga. Me despedí de Mui-Tsai con un beso y su sirvienta Nasib me acompañó a la puerta.

Tardé media hora en llegar a casa, y cuando llegué, me estaba esperando en la mesa una ensalada con champiñones y un platito de satay. Amu se habría retirado a descansar, aunque eran las nueve. Cené con lentitud, con la luz de la cocina encendida y la tele apagada, y no tardé en retirarme a la cama. Esa noche quería comentar con la almohada todo lo vivido en el día, pero me dormí al instante y caí rendida.

•••

Los primeros rayos de la mañana asomaron con timidez por mi ventana. Apenas eran las seis de la mañana, pero ya me sentía con energía para empezar el día, que prometía ser intenso. Lo primero que hice fue mirar mi móvil; había recibido un mensaje de Bella del día anterior:

«Es el momento de sacar a la detective que llevo dentro».

Ya sabía que esto pasaría; Bella se había cansado de tanto misterio y estaba investigando a Rani y al hospital en general. No le respondí, pues ella sabía mi respuesta sin necesidad de decirle nada.

Amu aún no estaba despierta, así que me preparé el desayuno yo misma: un simple tazón de leche con cereales. Después, puse el telediario matinal. Apareció con una noticia de Kuantan; al parecer, unos ladrones habían atracado un banco, aunque la operación no resultó exitosa y los asaltantes dejaron muchos daños materiales.
Hablando de Kuantan, tenía que ir a ver a la tiíta Lalita para preguntarle sobre su reacción de ayer con la enfermera; sin duda, esa sería hoy mi prioridad. Enseguida me puse en camino, pues era un viaje largo. Ya estaba planteándome el comprarme una casa por ahí cerca para no tener que emprender caminos tan largos.

Llegué más o menos a las diez de la mañana, y la tiíta Lalita estaba en el porche, limpiando.

—Vaya, Nisha, no te esperaba tan temprano —dijo mi tía abuela, alegre de recibir visita.
—¿Ah, que me esperabas?
—Después de lo que pasó ayer, era cuestión de horas. Incluso estaba preparando café, pasa.

Me senté en el viejo banco mientras ella me servía el café. Observé que tiíta Lalita estaba haciendo limpieza general en la casa.

—Bueno, Nisha, ¿qué quieres saber?
—¿Quién es la enfermera del hospital? ¿De qué la conoces? ¿Y por qué no te reconoció?
—Paso a paso, Nisha, te responderé a todo. Es una historia larga, y que si no estuviera fallecida te la podría contar mi hermana Anna, que en paz descanse. Ella tuvo un marido ejemplar, un empleo muy bien reconocido tanto por esos tiempos como ahora, y una hija preciosa y muy hermosa.

»Como ya te dije, la perdió en un parque, mientras echaba la vista a los exámenes de sus alumnos o a cualquier otro texto importante. Hubo una búsqueda exhaustiva de 10 años, pero la niña nunca apareció. Bueno, lo que más te intrigará es cómo la reconocí tan rápido. Cuando cumplió 4 años, Anna le compró una bicicleta a Rubini, con la que se había encaprichado mientras paseaba por los almacenes de la ciudad de la mano de sus padres. Recuerdo que ese día pasó su cumpleaños con la familia en esta misma casa, y ante la insistencia de Rubini, Anna permitió que estrenase la bicicleta. ¡Ojalá hubieras visto lo feliz que era dando vueltas por la casa! La cuestión es que a mi padre se le ocurrió la idea de quitar las ruedas de ayuda para enseñarla correctamente a utilizarla. Anna no estaba segura, pero, al final, cedió. Rubini aprendió muy rápido, todos aplaudíamos desde el porche como la manejaba; era todo un orgullo verla.

»Un susto imprevisto fue la que la hizo caer. De repente, de la casa del viejo Soong, salió la Primera Esposa gritando en chino a la sirviente, al parecer castigándola, y le ordenó dar cinco vueltas a la casa con dos sacos de patatas colgando de los brazos. Rubini se despistó, perdió el control de la bicicleta y cayó, golpeando su suave mejilla derecha en una piedra de aspecto puntiagudo.

»Siempre recordaré su carita redonda, su sonrisa, que era capaz de iluminar el día más nublado, pero el motivo por la cual la reconocí en el hospital fue por una cicatriz peculiar en su mejilla derecha, con forma de zig-zag- El médico que le puso puntos en la herida fue un poco manazas, y le dejó marca. Estoy segura de que esa mujer era Rubini, tenía la misma marca en la mejilla, no cabe duda, la cosa es que es normal que no me recuerde, ha pasado demasiado tiempo…

Quedamos en que la próxima vez que fuéramos al hospital a ver a Rani, buscaríamos a la enfermera y hablaríamos con ella, aunque, a ese paso, imaginé que Bella ya habría descubierto el asunto. Eran las once de la mañana; si salía ahora, llegaría a casa a la hora de comer, pero preferí quedarme a ayudar a la tiíta Lalita con la limpieza general, pues no era trabajo para una sola persona.

Ella se fue a la habitación del tío Sevenese (¡Buena suerte, Lalita, la necesitarás!), y yo me ocupé de la habitación de la bisabuela Lakshmi, que llevaba vacía desde que falleció, y más bien lo que había que hacer era limpiar el polvo, y retirar las telarañas y sus respectivas huéspedes.

Estuve metida todo el día dentro de la habitación, y a la hora de comer, la habitación estaba como una patena. La luminosidad de la habitación era ahora completamente diferente tras retirar la mugre que había en las ventanas; el polvo de encima de la cama estaba ahora en el recogedor; la madera del suelo sin suciedad, pero supongo que para que pueda recuperar su brillo natural, necesitaría una buena capa de barniz, y barriendo debajo de la cama encontré una par de botas bastante elegantes, una caja con saris que supongo que Lalita querría conservar y un billete de 50 ringgits.

A las dos de la tarde Lalita me llamó a comer. Preparó algo sencillo: unos fideos instantáneos con sabor a curry, los cuales devoró con avidez.

—Mmm…me encantan, son mis favoritos. Ah, Nisha, tengo una noticia que darte. ¡He encontrado algo que podría ayudar en vuestra investigación! —dijo, sonriendo y con los ojos brillantes.
—Te brillan los ojos, Lalita. ¿Qué has encontrado?
—Sabes que registré la habitación de mi hermano Sevenese para darte todas las cintas y las cartas astrales que encontrara. Pues bien, he encontrado otra que estaba escondida en una caja de zapatos, y lo mejor de todo es que pertenece a tu madre.
—¿Cómo ha podido aparecer en ese lugar?
—Recuerdo que poco antes de que tu madre fuera en busca de otra vida, recibí un paquete de ella con varias cintas dedicadas a ti. Para evitar perderlas las escondí por los huecos de la casa, cada una en un sitio, y se me olvidó la ubicación de la última. Pues aquí la tienes.
—Parece muy importante para que estuviera escondida ahí.
—Lo es; la mayoría de cintas me dijo que las escondió en tu casa. Yo de ti la escucharía ahora.
—Pero Lalita, ¿no quieres que te ayude con la habitación de tu hermano?
—No te preocupes por ese galimatías, Nisha. Llevo años limpiando sola, y soy capaz de enfrentarme a ese caos.

Tomé la cinta de sus manos y, mientras ella volvía a la habitación del tío Sevenese, cogí la grabadora de mi bolso y me fui a la habitación impoluta de la bisabuela Lakshmi. Se respiraba un aire diferente, parecía que su atmosfera había cambiado.

Puse la cinta dentro de la grabadora, me dejé en la cama, cerré los ojos y simplemente escuché.

________________________________________

En el extra IV, el que viene a continuación y subiremos próximamente, se terminará este tramo de la historia. En poco tiempo, comenzaremos a subir los del segundo bloque, que pasará a ser una precuela de lo acontecido en esta parte. Para hacer más corta la espera, iremos subiendo otras cosillas mientras terminamos de escribir, pues queremos tener material suficiente como para poder ir publicando capítulos sin tener el tiempo encima.

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Capítulo 10 (Bella)



CAPÍTULO 10
BELLA
"ENIGMA"
[2001]


Rubini desprendió los mechones del pelo que cubría su cara con un simple movimiento al aire. Cuando sus ojos observaron que me dedicaba a registrar la habitación de mi propia madre, sonrió maliciosamente y cerró la puerta lentamente. Fue acercándose lentamente a mí y se agachó hasta que nuestras cabezas quedaron a la misma altura. Relajó las facciones y susurró:

—Crees que soy como las demás enfermeras, aunque no es así. Me obligan a seguir unas instrucciones, pero saco mis propias conclusiones de todo lo que pasa en este hospital.

Mi mirada perpleja la pilló desprevenida. ¿Qué quería esa mujer? Después de comportarse como una bruja, intenta desahogarse conmigo. ¡Qué perversa!

—No me mires de esa forma, en el fondo pensamos igual. El incidente de tu madre no ha sido ningún intento de suicidio, lo tengo claro.
—Entonces, ¿qué demonios ha podido pasar? —le espeté de mala manera.
—No eres digna de mi confianza... de momento. ¿Esta noche dormirás aquí?
—Seguramente, pues mi madre me necesita en estos momentos.
—Para dormir aquí, si no estás interna, debes abonar una cuota. Moveré un par de hilos para que no necesites pagar y campes a tus anchas. La única condición es que vengas a verme a las ocho de la noche, baño femenino. Demuéstrame que eres de fiar, y yo te daré información, cuanto menos, interesante.

Conforme terminó de hablar, se marchó. No tuve oportunidad de contestarle, pero tampoco lo hubiera hecho; ella acababa de concederme un favor, y era mi deber colaborar con ella. Miré a mi madre, tendida en la cama, tan tranquila. "¿Qué ocultas esta vez, ama? ¿Por qué te empeñas en complicar mi existencia hasta en el coma?"

Salí de la habitación y monté en el ascensor. Bajé a la primera planta para tomarme un café con alguna persona, la primera que encontrase. Vi a una mujer mayor que tenía a su marido ingresado. Era regordeta, pelo canoso, sari descolorido y zapatillas de andar por casa. Supuse que pasaría la noche en el centro, porque tenía pintas de andar por casa.

No fueron necesarias las palabras; entramos juntas a la cafetería. Esta estaba tapizada de gris, tanto pared como suelo, y en la barra de pedidos solo había cuatro taburetes negros y medio destruidos. Por si fuera poco, la cantina estaba vacía, completamente. Encontramos cinco mesas, cada una con dos mini-sofás para tomar asientos. Ambos eran marrones y en las mesas solo había cestitas con servilletas. El ambiente era muy deprimente; no tenía nada que ver con el lujo que desprendían las otras plantas.

—¿Puede traernos un café?— le pedí al regente.
—Sí —añadió secamente el hombre.

Nos sentamos una frente a la otra mientras esperábamos nuestro pedido.

—Y dime... ¿cómo te llamas?
—Rin —dijo mientras sonreía. Cuando se mostraba feliz, se la veía muy bella, pero noté que lo hacía muy poco. —¿Y tú, guapa?
—Bella. —tras un pequeño silencio, donde nos analizamos la una a la otra, pregunté— ¿Por qué estás aquí?
—Digamos que los ángeles intentan unir a su equipo a mi marido. ¿Y tú?
—Interné a mi madre por anciana y, supuestamente, ha intentado suicidarse.

Rin intentó consolarme sin cesar durante cinco minutos hasta que recibimos nuestros cafés.

—Creo que faltan piezas en este rompecabezas. Al parecer, mi marido también intentó quitarse la vida. ¡Es increíble! Aunque de eso hace dos semanas.
—Si te soy honesta, no creo que haya tanto suicidio en un hospital, y menos siendo de alto standing. Algo raro ocurre aquí.

Rin comentó de pasada el número de su habitación. Después se marchó, dejándome con la intriga de lo que pudo suceder o no en el hospital. Envié un sms a Nisha, en el que le adjudiqué este mensaje: «Es el momento de sacar a la detective que llevo dentro».

La voz de Lakshmnam, mi padre, se infiltró en mi mente sin motivo aparente. «EMPIEZA POR RATHA. Ella es la llave que puede abrir la puerta del misterio».

Solo había dos posibilidades: estaba delirando o mi padre acababa de lanzarme un mensaje. Él nunca mentía ni hablaba en vano, así que primero investigaría la actual habitación de Rani y tras ello hablaría con Ratha.

Tomé el ascensor y subí a la planta diez. Las cinco y media de la tarde marcaba el reloj de la habitación. Era momento de investigar.

Abrí el cajón del que saqué la foto. No había nada más que un mechero y unas llaves. Entonces todo cobró sentido; lo que Rubini pretendía era poner a prueba mi ingenio. Esas llaves abrían el baño femenino, pero solo para personal, y el mechero también debía servir para algo. Guardé ambos objetos en mi bolso y cual fue mi sorpresa al encontrar una cajita al final del cajón. Deslicé hacia fuera una palanquita y una bailarina de porcelana comenzó a dar vueltas al ritmo de la música clásica. Creo que esa fue la cajita que compramos para Nisha antes del fatídico suceso de 1984. Fue mi madre quien la conservó.

Abrí el segundo cajón. Encontré unos guantes manchados de sangre. Reprimí un grito y los examiné mejor; en realidad, solo era pintura roja y seca. Me los puse; Rubini quería echarme un cable.

Y, para terminar, el tercer cajón. Una voz en mi cabeza dijo: «NO LO ABRAS». Ignoré la advertencia y ahora me arrepiento, porque lo que descubrí me provocó un profundo shock.

Lo primero que vi en el cajón fue una cinta; mi madre la grabó, pero no sé cuando. Lo segundo fue un sobre mandado desde la dirección de Ratha. Escrita a día 3 de noviembre, poco antes de que sucediera el incidente con mi madre, contenía unas palabras muy difíciles de digerir.


Querida bruja:
No es ético por mi parte avisarte de venideras desgracias, pero mi bondadoso corazón me obliga a hacerlo. Destrozaste mis ilusiones e, incluso, me arrebataste al verdadero amor. A pesar de todo, es mi deber comunicarte que debes salir de ese hospital. Una fatal desgraciada puede ocurrirte si no atiendes a mis palabras; es la última jugada de la ya desaparecida muñeca maldita. Algún día me los agradecerás.
Ratha


Y, por la parte trasera del sobre, había un folio con escritura a ordenador. «Vas a morir, vieja zorra».

¿Cómo llegó eso a mi madre? ¿Por qué Ratha estaba enterada de esos sucesos que ni siquiera yo sospechaba? Y, lo más sospechoso... ¿Quién querría hacer daño a mi madre? No podía seguir en ese lugar, porque me entraba pánico de mirar a mi pobre madre y de pensar que no la protegí del mal.

Bajé a la tercera planta, donde se encontraba la verdadera habitación de mi madre. Al intentar entrar, me sorprendió ver que un candado me impedía el paso. Una limpiadora me pidió que dejará de forzarla, así que me alejé. El mechero serviría para intentar abrir el candado, pues no era gran cosa y no necesitaba demasiada presión para ceder el paso. Volvería en una hora. Al parecer, Rubini quería que yo descubriera algo por mí misma.

Lentamente fueron girando las manecillas del reloj y, a las siete de la tarde, volví a la planta donde ocurrió el supuesto intento de suicidio. Compartí el ascensor con un joven doctor de rasgos occidentales y, al no ver ninguna presencia terrenal en los pasillos, me dispuse a llevar a cabo mi plan. Voces de ultratumba susurraban a mi oído palabras en distintos idiomas, pero ninguna se atrevió a materializarse ante mis ojos.

Me paré ante la puerta de la 22, número de la habitación, y saqué el mercero de mi bolso. Caí en la cuenta de que, por sí solo, no me iba a servir de nada, pero encontré en el suelo una caja de cerillas que hace un rato no estaba allí; esa era la solución. No pensé como habrían llegar a parar ahí, simplemente encendí una gran cerilla con el encendedor e intenté explotar el candado por dentro. Lo intenté varias veces y a la quinta dio resultado. Me pregunté por la falta de almas; estaba completamente sola en ese lugar. Fue un pensamiento pasajero porque la habitación acababa de abrirse ante mí.

Avisté la habitación y llegué a sobresaltarme al ver que era casi igual que en la que estaba mi madre debatiéndose entre la vida o la muerte. ¿A caso en ese lugar todos los cubículos eran calcados unos de otros? Las únicas variantes perceptibles fueron que no había ninguna máquina de oxígeno y que había otra cama junto a la de mi madre. Así que tenía un compañero en el hospital... seguramente en unas horas podría hablar con él o ella; necesitaba saber su testimonio.

Y entonces se reveló ante mis ojos; también había dos armarios en la habitación, ambos marrón oscuro y con motivos otoñales. Abrí el de mi madre, que se encontraba al lado de su cama, y solo encontré un viejo y arrugado sari color caqui. Yo conocía ese sari; a ella nunca le gustó por el simple hecho de que fue un regalo de papá. Sobre 1973, mi padre cerró un buen negocio, y con parte de lo conseguido obsequió a su esposa con el sari por el que ella suspiraba desde hacía meses. No se lo vi puesto ni una vez. Qué tortuosa relación llegaron a tener.

También encontré una cajita de regalo en el armario. Me sorprendió saber que el remitente era Nash. Le envió a nuestra madre un lujoso reloj. En la dedicatoria estaba escrito a tinta: «Ya cumplí mi parte, madre». Mi hermano no debería haber sabido nada sobre el internamiento de nuestra dadora de vida, pues no le comenté nada. Nuevos misterios se extendían ante mí en toda su elegancia.

En la cómoda de mamá, primer cajón, encontré una foto en un marco de espirales rosas. En ella posábamos Hoyuelo, la serpiente Luke y yo. Esa fotografía debía ser más o menos de 1976, cuando ellos comenzaron a salir y me pidieron que les hiciera compañía en el centro comercial de Kuantan, el único que existía por entonces. Mi hermana temía que yo le pudiera robar a la víbora con mis desvergonzadas ropas. Sentí un puñal en el pecho, más conocido como traición, por saber que mi hermana creía eso de mí. Lo di todo por ella, y su respuesta fue alejarse poco a poco de mí cuando consiguió un marido y una lujosa mansión.

En el segundo cajón encontré un collar de auténticas perlas perteneciente a Hoyuelo; uno de los muchos regalos envenenados que hizo la serpiente a mi inocente hermana. Junto al preciado objeto, un folio formato A6 con escrituras de mi madre. Supuse que no la escribió hace mucho por su contenido y caligrafía.

Yo, Rani Lakshmnam, expongo aquí mis intenciones de desaparecer de esta próspera tierra llamada Malasia y del mapa en general. Solo soy un estorbo para todos, pues mis propias nieta e hija me han internado en un asilo para ancianos. Siento todo el daño causado y comprendo los cantos de alegría que llevará consigo mi pérdida. Adiós. Nadie descubrirá mi secreto.

Pobre madre... tan sola y deprimida. Fue capaz de inventarse secretos inconfesables para captar mi atención. Guardé la carta en mi bolso; toda prueba era necesaria.

Avancé hacia la mesilla del compañero de mi madre y, encima, había una fotografía enmarcada de Rin con un hombre calvo, muy rellenito pero con una sonrisa de oreja a oreja. Su marido era el compañero de mi madre... y todo tomó forma en mi mente. Miré en su armario para comprobar mis sospechas, y, en efecto, mi teoría era inequívoca. Encontré una bata de doctor llena de sangre.

Mi reacción fue huir de la estancia y las presencias fantasmales aparecieron ante mí mientras iniciaba mi carrera. Personas que cerraron los ojos en quirófano esperando despertar pero que no los abrieron jamás. Por primera vez en mi vida, temí por lo que veía. Subí a la planta de personal y usé la llave del servicio femenino; ahí estaba Rubini, y en su mano, varios papeles.

—Te subestimé. Pensé que nunca llegarías aquí, por lo que eres digna de mi confianza. Mereces saber mi teoría sobre los hechos.

Ella alargó su mano y yo, aun conmocionada por todo lo vivido, abrí los informes. El primero era un registro de visitas, en el que figuraba que, el día del intento de suicidio, Ratha visitó a mi madre a las seis de la tarde, y Nash a las ocho. Más impactante fue lo siguiente; un informe psiquiátrico en el que se resumía que mi madre sufría un trastorno bipolar junto a una leve demencia senil. Rubini me mantuvo la mirada, pero esta vez no era desafiante, si no de pena; ella no esperaba tener que darme estas duras noticias, pues creyó que nunca acertaría su rompecabezas. Por desgracia, lo resolví. A veces es mejor no saber la solución de un enigma, pues puede afectar a tu salud emocional de forma devastadora.

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Capítulo 9 (Nisha)


CAPÍTULO 9
NISHA
"CAMINOS"
[2001]

Lalita y yo abandonamos la habitación de Rani tras concederle unas palabras de ánimo a Bella. Mis sospechas se confirmaron esa misma mañana; Bella no concibía la vida sin su madre.

Al bajar unos cuantos escalones, Lalita señaló con el dedo a la enfermera de la abuela.

—Nisha, agárrate de mi brazo y llévame a hablar con esa joven. Mis huesos están cansados de bajar escaleras.

Una niña pequeña se burló de la forma de hablar de la desdentada tiíta Lalita. Tras mirarla acusadoramente, nos dirigimos hacia la enfermera.

—Rubini, querida... eres tú, las libélulas te han devuelto a casa —dijo Lalita, con un brillo especial en sus ojos.
—¿Qué está diciendo, taimada anciana? ¡No se llevará mis ringgits! ¡Váyase, aléjese de mi vista!

En ese sucio y triste pasillo de hospital, caí en que la tía abuela Lalita conocía a la enfermera. ¡Pero esa insípida mujer acababa de negar a la tiíta! Pude ver sus ojillos llenos de tristeza. Mi primera reacción hubiera sido abofetear a esa enferma, pero me contuve porque sería una falta de respeto hacia la abuela Rani.

—Se ha ganado usted una queja a su nombre en el libro de reclamaciones. No cabe duda de que debe tener grandes conocimientos referentes a su oficio, pero unas clases particulares de educación no le vendrían nada mal.

Rubini se echó hacia atrás ofendida. Conozco a ese tipo de mujeres, están acostumbradas a tenerlo todo en bandeja. Yo tengo estudios para ser secretaria, y me quedó bien claro que el trato con los clientes es fundamental para el éxito de un negocio. No debe haber mucha diferencia entre una secretaria y una enfermera, ¿verdad?

Tras dejarla atrás, llevé a Lalita a su pequeño vecindario. Uno de los hijos de Mui-Tsai se hallaba en el jardín regando unas macetas.

—Nisha, perdona por haberte dejado en evidencia delante de la enfermera. Es normal que no me recuerde, ha pasado tanto tiempo... creí que la mataron.
—No es nada, tiíta. Llegaré al fondo de esa mujer, no me ha gustado nada el trato que te ha dado. Te agradezco el haberme entregado las cintas de Sevenese.

Me despedí de la tiíta y conducí hacia el bloque de apartamentos de Ratha. Esa calle me estremecía de lo vacía y sucia que estaba. Al entrar en los apartamentos, me sorprendió ver que no estaba tan sucio como el día anterior. Un majestuoso gato saltó por la ventana de un apartamento y una mujer lo echó a escobazos. El felino me miraba, intimidante, pero se rindió ante mis ojos de Nefertiti; en realidad, yo formaba parte de su manada. Bella me confesó hace poco que podía ver una pequeña tigresa en mis ojos, pero no la entendí del todo. Simples metáforas. Me acerqué al gatito y jugué un poco con él.

Seguí vagando por mi mente hasta que divisé a Kutub bajando a la planta en la que me encontraba. Dejé al gato y le estreché la mano limpia a la hija de Ratha.

—Buenas tardes, viajera. Por algún motivo, te gustaría tener una conversación conmigo. —dijo la sonriente y educada mujer.
—Hola, ¿qué tal? Soy Nisha, la sobrina nieta política de tu madre. Encantada de conocerla, Kutub.
—Oh, venga, Nish, puedes tutearme, que somos familia. Sígueme, te enseñaré ese cuchitril al que llamo hogar.

¿Nish? Pasó del respeto más absoluto a la despreocupada confianza. Aun así, me sentí cómoda. Dejé de tener esa sensación cuando, al llegar a la planta de Kutub, apareció Rosette. Estaba despampanante, con un sari azul celeste precioso, pero no pude evitar pensar que esa mujer destruyó a mi padre. ¿Qué hacía ahí?

Rosette me saludó, pero la ignoré por completo. Entonces lo comprendí todo; la hija de Ratha intentaba tenderme una emboscada para conseguir mantener una conversación con esa pobre mujer. No pude hacerlo, y no por odio, sino porque cuando miro a sus ojos, no puedo evitar recordar las palabras que están guardadas en la cinta que le grabé. Así que salí corriendo. Corrí lo más rápido que pude; ¡a la porra el camino de los sueños! ¡No iba a ver otra vez a la mujer que hundió a mi padre!

Avancé tanto en mi carrera, que cuando paré a descansar, me enteré yo sola de que mi actitud era inmadura, propia de una colegiala. Ama y apa no están aquí, lo importante es terminar 'el camino de los sueños' y reeditar 'Madre del Arroz'. Eso haría que mi madre estuviera orgullosa, y no el poner más peso sobre la conciencia de Rosette, que era consciente de que hizo mal algunas cosas. ¡Además, había dejado el coche en el bloque de apartamentos! Debía regresar.

Al llegar, Rosette no estaba. Ratha acababa de llegar y me echó la bronca por mi reacción.

—¡Nisha! ¡Cómo se te ocurre dejar tirada a la niña! Con la ilusión que le hacía aparecer en tu libro.
—Perdóname, tiíta Ratha, pero la abuela Rani está grave y me he visto obligada a ir a visitarla.
—¡Dios mío! ¡Se ha atrevido a hacerlo! ¡Qué cabeza hueca! Me marcho a Petali Jaya. No seas dura con mi pequeña. —Ratha hizo una breve pausa, y añadió, con media sonrisa —Ah, mona, tu excusa no cuadra. Busca una mejor. Si me disculpas, tengo que irme.

Anduve a la planta de Kutub y pulsé el timbre. "Din, don", pero nadie me recibe. Abrió la puerta a los tres minutos y me invitó a pasar. No sé como describir su apartamento, porque mezclaba la más exquisita elegancia con los olores del incienso quemado de más. No era muy grande, pero parecía ser que ella se conformaba.

Las paredes del pasillo principal, que conectaba todas las habitaciones de la casa, estaban tapizadas de rosa chicle, y el suelo de un amarillo oscuro con algún motivo floral. Los cuartos se dividían por una lámpara bronce en el techo, que se encontraba en medio de todas e iluminaba a la perfección. En la parte derecha encontrábamos cocina y baño; en el izquierdo, su habitación personal y un pequeño despacho. Justo al final se veía una doble puerta que daba a la sala de estar, grande y espaciosa. Pude ver un equipo de música, una mesita de té y tres sofás negros, con mucho estilo y que conjuntaban entre ellos a la perfección. Más de cinco cuadros famosos decoraban la pared gris. El suelo gris estaba bañado de alfombras persas y, para terminar, una mesa alta con cuatro sillas para las comidas. Las lámparas se mantenían de pie y emitían una luz roja intensa pero agradable.

Nos sentamos las dos en uno de los sofás y encendí la grabadora. Kutub dejó fluir las palabras desde su garganta hacia fuera, con esa voz tan frágil y aguda que la caracterizaba.

—Mi vida es más simple que un grano de arroz. De pequeña, me mantuve a la sombra de mi fantástica hermana, niña de los ojos de ama. Cuando nosotras solo éramos unas tristes inquilinas de este edificio y vivíamos en un patético apartamento maloliente, yo quería mucho a mi padre, tanto, que me dolía el corazón de tanto que lo amaba. Jeyan me comprendía, entendía la tristeza que se siente al no ser amado por la persona a la que amas. Porque, verás, mi madre me maltrataba.

»Por el engaño que sufrió, se convirtió en una depredadora sedienta de sangre, y la fealdad que residía en mi interior y el amor que sentía por apa me convirtieron en un caramelo blando para sus fauces.

»Me fue negado el derecho a visitar a la abuela Lakshmi u otros familiares, y mucho menos podía acercarme al hombre que me dio la vida, o de lo contrario, recibiría una paliza. Minah acabó envenenada contra nuestra familia paterna, pero yo no. Siempre me escapaba para estar con mi padre, hasta que cumplí diez años, y poco a poco dejé atrás la mediocridad para convertirme en un bello cisne. Le negué la palabra a mi padre, incluso me burlaba de él. Hice trizas su ya de por sí dañado corazón, pero más le dolió verme crecer. Coqueteé con la espiral oscura que esconde la vida y, a los 16 años, acabé siendo tragada. Jugué con las drogas, el alcóhol e incluso el sexo, algo que no estaba bien visto en esos tiempos y menos en una menor.

»Mi madre ya no era tan cruel, así que hizo lo posible para evitar mi auto-destrucción. Si ella cambió su forma de ser, fue por ese ángel al que llamabais Hoyuelo.

»Ignoré a todos, familia incluida, y seguí el camino de la infelicidad. A los veintipocos conocí a Rosette y me convertí en una "chica dorada", o, si no lo ves claro, en prostituta. Mis curvas esbeltas y mi inagotable belleza me abrieron paso a la riqueza. A los treinta y pocos, conseguí una cantidad de ringgits considerable, así que le cedí a mi madre un buen pedazo de mis ganancias. Compró este bloque y lo reformó. Mis clientes amueblaron este apartamento con obras robadas, y cuando me retiré del negocio hace tres años, sufrieron mucho. Y todo porque mi madre no me dejó ejercer como enfermera, ya que en el pasado se veía como algo impuro e incluso se consideraba pecado lavar las partes íntimas de otros hombres. A más de una mujer en su juventud le pasó eso, yo ahora, con más de cuarenta años, veo ese pasado muy lejano.

»Sé que te interesará, así que lo comento; ni mi madre ni yo queríamos que Rosette hiciera daño a tu familia, pero no pudimos controlarla. Estaremos eternamentes agradecidas con Hoyuelo, por mucho que te estemos devolviendo el favor con estos testimonios que te ofrecemos, pues ella salvó nuestras almas y encaminó nuestras vidas hacia la felicidad. No nos sirve de nada hacer más daño a Rosette, pues ella es consciente de que hundió a la mujer más delicada y buena del planeta, y se arrepiente por ello. Perdónala, Nisha, ella nunca ha escuchado el bambú de su corazón. Creyó escucharla cuando tomaste su versión de la historia, pero, al haberle huido, se dio cuenta de que fueron imaginaciones. Ella eligió un camino incorrecto; yo tuve la suerte de tener a mi familia, que me apoyó para salir de ese mundo, pero Rosette no tiene a nadie. No cojas el camino equivocado, Nisha, el camino del rencor no lleva a ningún lado.

»Mi padre es un espectro que aparece en mis sueños. Sus patéticos ojillos me piden perdón por haber muerto, dejándome sola. Yo le contesto: 'Apa, no fue tuyo el error, sino mío, por no haber visto la belleza que guardaba tu corazón'.

Apagué la grabadora y me marché a casa. Ese día fue muy largo y aun era temprano; no eran más de las 7 y ya necesitaba dormir. La almohada me ayudaría a resolver mis dudas.

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Capítulo 8.2 (Bella)



CAPÍTULO 8 [Segunda parte]
BELLA
"Foto de familia"
[2001]

Nisha me dijo que llegaría poco después de las diez, por lo que partí yo sola. Mi viaje hacia Petali Jaya no pudo ser peor; veía a la muerte en cada curva por la que pasaba con el coche. Por suerte, la abuela Lakshmi sonreía en mi mente y conseguía ahuyentar esas extrañas visiones.

Llegué a Petali Jaya a las siete de la mañana. Lo primero que hice fue ir a mi casa. Me reconfortó ver todo tal y como lo había dejado; hacía días que no pasaba tanto tiempo en casa, y sentí una paz interior inmensa al sentirme en mi hogar. Llamé a Lalita y le pedí las cintas de Sevenese, ya que quería saber lo que mi tío pensaba sobre nosotros y qué decían las cartas astrales de nuestra familia. La tiíta me informó de que Nisha pasaría por allí en breves para recogerlas por sí misma, así que no insistí más. Lo siguiente que hice consistió en coger la grabadora de mi mesita de noche y el ejemplar del libro que Nisha había escrito sobre la familia, 'Madre del Arroz', aun por reeditar para incluir la nueva información que íbamos obteniendo. Amu me llamó y me aconsejó poner tres dientes de ajo y una foto de Ganesha para protegerme de los malos espíritus en la sala de hospital de mi madre. Hice caso a su petición; desde que adquirí este don, siempre pude ver en sus ojos una crisálida; inofensiva, pacífica y maltratada. Mientras iba a por los dientes de ajo, recordé que también tenía la obligación de ir a hablar con Mui-Tsai, así que, entre tanto estrés, no cumplí con mi palabra.

Volví al coche y me dirigí al hospital central de la ciudad. Yo sabía que mi madre no era el ser más bondadoso del mundo, pero, a pesar de sentirla como un regalo envenenado del destino, la respetaba profundamente, e incluso la admiraba por haberme dado la vida.

No está de más comentar que el hospital de Petali Jaya es enorme. Tuve que subir diez plantas para encontrar a las cuidadoras de mamá. La cuidadora que me atendió era una mujer rubia de preciosos ojos azules, pómulos marcados, rostro simétrico, cuerpo esbelto y melena rubia, que le llegaba hasta la cintura. Además, era blanca, de un color pálido. No debía tener muchos más años que yo, pero la vi más joven y, además, con un tremendo parecido a alguien de la familia. Vestía ropas atrevidamente caras, por lo que me intimidó un poco. Seguramente estaba en el descanso, pues las enfermeras tienen una vestimenta indicada, o eso me pareció ver en el resto de plantas. Se acercó a mí, que esperaba en el banco que había al lado de la habitación de mi madre.

—¿Es usted familia de Rani Lakshmnam? —tras eso, me analizó de arriba a abajo. Una mueca desaprobadora se dibujó en su casa.
—Soy su hija. —tras un breve pero incómodo silencio, añadí: —¿Puedo verla?
—Como quiera. Luego la informaré sobre el estado de su madre, pero le advierto de que deberían ir preparándose para lo peor.

En su plaquita de enfermera se podía leer 'Srta. Rubini Minesotte'. Yo había escuchado ese nombre hace poco, pero estaba ocupada pensando en el estado de mi madre y no le dí muchas vueltas.

Entrar en la habitación me impactó: mi madre, de 69 años, fuerte como una roca, se encontraba en la cama cual vegetal. La habitación era bastante grande: la pared estaba recubierta de verde pistacho mientras que el suelo, de baldosas naranjas y blancas, conjuntaban perfectamente con ella. Dos preciosos sofás color crema se encontraban a la derecha de mi dolorida madre. En el lado izquierdo, un sillón y una mesita de noche con un mantel de la luna. Había varios cajones en la mesita, pero no me aventuré a abrirlos. Había un cuarto de baño cerca de la puerta principal, y una tele de cuarenta pulgadas colgaba de la pared frontal a la cama. Una terraza enorme con asombrosas vistas daba el broche de oro a esa habitación. En ese momento, me convencí de que mis ahorros no fueron malgastados para nada.

Embobada por la belleza del lugar olvidé que mi madre se encontraba en estado grave. Inicié una carrera hacia la cama y lloré. Oí al demonio en mi cerebro: «Bella, ¿qué haces llorando por la mujer que maltrató a tu hermana y te deseó la peor de las infelicidades?»

Hice caso omiso y pude ver que mi madre tenía brazos y piernas escayolados. Una máquina le suministraba el oxígeno y la sangre que necesitaba. La mujer que antaño lucía descomunales vestidos rojos que deslumbraban y dejaba volar en el aire sus negros cabellos se encontraba medio lisiada en una cama. ¡Pobre madre! ¿Qué demonios le había ocurrido? Comencé a gritar; perdí el control, tal y como pasó cuando vi a mi padre morir.

—¡QUE ALGUIEN ME DIGA QUÉ HA OCURRIDO! —le grité a nadie en específico.

La enfermera Rubini entró en la habitación al escuchar los chillidos, con expresión de horror. Le acompañaban Lalita y Nisha. La segunda llevaba un saco con cintas en su interior. Lalita depositó rosas y una pequeña figurita de la diosa Lakshmi a los pies de mi madre. Rezó unas cuantas veces por su alma, como si hubiera muerto. Abracé a ambas en un extraño impluso; mi madre afectaba a mi humor de una forma que no llegué a pensar nunca. No imaginaba la vida sin ella. La enfermera abrió una libretita y comenzó a hablar:

—Coma profundo. La encontró esta madrugada un becario de doctor en los exteriores del centro, tendida en el suelo, inconsciente y desangrándose. Por suerte, actuó rápido, justo en el momento en que escuchó un ruido. Sabiendo que se encontraba en una tercera planta y que nuestros jardines son abundantes en vegetación no debería suponer un problema grave, pero a su edad, sus huesos tardarán en recuperarse o no lo harán jamás. Se trata, sin duda, de un intento de suicidio.

No acabé de asimilarlo; mi madre había intentado suicidarse por mi culpa, porque fui una hija horrible que falló a la tradición. La hija soltera debe cuidar a la viuda hasta el resto de sus días. La tiíta Lalita cuidó de la abuela hasta que murió. Pero algo no cuadraba en la historia...

—¿Qué servicio se le ha ofrecido a mi madre?
—El mejor posible— contestó la taimada enfermera en cuestión de segundos.
—¡Pero cómo se atreve! ¡¿Y por qué iba ella a cometer ese pecado si tan bien cuidada está?! ¿Y las cámaras de seguridad? ¿Dónde demonios están? ¡Exijo evidencias de lo que ha dicho!
—Tranquilícese. No tengo acceso a ellas, pero haré lo que esté en mi mano por ayudar a su madre. Esta mujer intentó inyectarse una jeringuilla en una ocasión. Siempre gritaba: «¡Qué desgracia ha caído sobre mí ¡La mariposa de la pena ha destrozado mi vida! ¿¡Ofrezco toda la bondad posible a mi familia, y qué recibo a cambio!? ¡Una hija infiel a los dioses, otra que se atreve a internarme en un manicomio para seniles, un criminal disfrazado de hijo, un inútil de marido muerto adicto al mah-jong, una nieta que exige que me den comida precocinada y una cuñada que no me dirige la palabra! ¡Por no hablar de esa zorra de Ratha, que me llamó ayer para reírse de mi desgracia! ¡Matadme, no quiero vivir así!»

Le di las gracias a la enfermera y se fue. Veía un águila en su ojo, así que me hice la promesa de conocerla para saber el motivo de esa representación animal. Nisha se acercó a mi madre y dijo:

—Abuela Rani, sé que has sido cruel con estas dos mujeres, y también lo fuiste con mi madre, con la bisabuela, con el abuelo Lakshmnam y con toda la familia, pero prometo que, si sales de esta, os acogeré a Bella y a ti en mi casa, la tiíta Lalita perdonará todo el mal que has causado a esta familia, y así podrás dejar nacer a esa buena persona que, seguro, guardas en tu interior.

Por primera vez en toda la mañana, Lalita habló.

—¿Qué ha dicho de Ratha? ¿Ratha llamó a Rani? Por cierto, esa enfermera se parece a alguien que no veo desde hace muchísimos años...

¡No había caído en ese dato! Y ya éramos dos personas que conocían de algo a Rubini.

—Tendré unas palabras con Ratha  —añadió Nisha.

Tras un rato en el que conversamos sobre política, televisión, cine, música, anécdotas familiares y otros temas aleatorios, llegó la hora de la despedida.

—Bella, debemos irnos. Tengo una cita con Kutub, la hija menor de Ratha, y no puedo fallarle; conoce información sobre Nash y su familia. Además, Lalita está cansada y quiere que la lleve a su vecindario. ¿Qué te parece si nos vemos mañana?
—Le haré compañía a mi madre. Id en paz.

Por fin me quedé sola y pude dar comienzo a mi investigación. Estaba segura de que mi madre no había intentado suicidarse. Empecé revisando los cajones de la habitación, y luego, más tarde, bajaría a su cuarto en la tercera planta, la que sería la escena del crimen. Tenía toda mi investigación bajo control.

Al abrir el cajón encontré algo interesante; una foto familiar. Recordé esa foto; fue uno de los pocos momentos en los que fuimos felices. Papá recibió un gran aporte económico por sus negocios y mamá no se lo gastó en caprichos. Mis padres, Hoyuelo y Nash están sentados. Rani estaba guapísima, con un peinado digno de una estrella y un vestido de reina. Lakshmnam lucía tan apuesto como siempre, con su encantadora sonrisa. Recordé cuanto le echaba de menos. Un pequeño Nash de 8 años sonreía pícaramente mientras sacaba los cuernos por encima de la cabeza de Hoyuelo. Hoyuelo iba vestida con su vestido verde, el mismo que el abuelo Ayah guardó para una posible hija de Mohini y decidió entregarle a su nieta favorito. También echo de menos a Hoyuelo y ese resplandor que emitía con su presencia. Entonces Hoyuelo debía tener 7 años y ya era toda una belleza hindú. Para terminar, una pequeña yo, de 5 años, se sentaba en las rodillas de Hoyuelo. Yo no fui ninguna belleza en mi infancia. Mis grasientos rizos y mi regordete cuerpo me acomplejaban, pero Hoyuelo siempre estaba dispuesta a animarme con sus buenas palabras. Parecía ser que, después de todo, mamá nos quiso mucho a todos.

Mientra yo recordaba viejos tiempos, la puerta se abrió lentamente, y alguien entró a través de ella.

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Extra II (Sevenese) + Cap 8.1 (Bella)

¡Hola! Soy Laura, la co-escritora del blog. Hasta este momento, el blog ha sido dirigido por Javi, pero como está algo liado, me ha pedido que suba yo los siguientes capítulos. Antes la que estaba liada era yo, pero ahora tengo más tiempo libre y puedo dedicarme al blog. Puede parecer que no, pero la historia la escribimos entre los dos, aunque sea Javi el que se encarga de la promoción. Como son ambos muy cortos, los subimos a la vez. La segunda parte del capítulo 8 será más larga. ¡Espero que los disfrutéis!

Extra II
SEVENESE
"Cartas astrales"
[1983]

Hoyuelo, tengo el deber ahora que llega el fin de mis días de hacerte la única dueña y poseedora de las cartas astrales de nuestra familia. Ahora, sus deseos e ilusiones están en tus manos, y me gustaría que fueras testigo de ver como se hacen realidad. Son las siguientes:

Anna: Serpiente en el nido maternal. Descendencia robada. Felicidad en la casa de la adversidad. Ángel en el lecho matrimonial.

Jeyan: Diosa maliciosa tira abajo la casa del matrimonio. Desgracias en el nido paternal. Divorcio. Tristeza.

Lakshmnam: Infelicidad. Desgracia. Pérdidas. Vacío en la habitación de la amistad. Tristeza. Dolor.

Lalita: Bondad en el círculo del fracaso. Compromiso destruido. Pérdidas continuas. Incendio en la habitación familiar. Supervivencia.

Nisha: Mirada de la egipcia Nefertiti. Llave del éxito. Candado. Adoración familiar. Continuidad del legado. ¿_?

Hay cierto borrón en los datos astrales de Nisha; eso quiere decir que depende de ella conseguir esa parte o no. También me gustaría que pusieras de tu lado para poder guiarla en su camino. Aun es pequeña, y la vida será dura con ella.

Luke: Serpiente disfrazada en humano. Arrepentimiento en las cenizas de la maldad. Violación. Divorcio. Lavado de la esperanza familiar. Miel en la boca del oso. Oso muerto.

También te adjudico la carta astral más impactante. El resto de cartas astrales pídeselas a Lalita, ella tiene mucha más información al respecto.

Bella: Indiferencia en la habitación familiar. Cigüeña acechando el alimento. Don de los dioses. Sensibilidad extrasensorial. Ida y vuelta del Más Allá.

Ya conoces tu carta astral, Hoyuelo, pero debes ahuyentar a la serpiente de tu corazón. Sé feliz, Hoyuelo, quiero echar la vista abajo desde el reino de los cielos, verte sonreír y que puedas vivir.

Hasta siempre, querida. Eres una pequeña pantera; sé dura con la serpiente.

___________________________________________________________________________________


CAPÍTULO 8 [Primera parte]
BELLA
"La muerte"
[2001]


A las cinco de la madrugada me vestí con prisas para salir cuanto antes hacia el hospital de Petali Jaya. Fueron las voces de los dioses, entre susurros, las que me obligaron a acudir a ver a mamá para que no ocurriera nada peor. Pero, antes de contaros lo que pasó en el hosital, os comentaré lo que vi antes de que la llamada me despidiera de mi sueño. Esa noche soñé con la Muerte; era un hombre realmente atractivo, de cabellos negros, facciones marcadas, atuendo de luto, músculos definidos, y labios tentadores. De repente, cobré lucidez en mi sueño y pude controlarlo a mi parecer. Me acerqué a la muerte y vi como era realmente: un ser horrible, el mismo que intentó engañar a Hoyuelo con el opio. La Muerte puso su dedo en mi labio inferior, y un acto reflejo me hizo abofetearle. No temo a la Parca, pues las personas a las que se lleva siempre acuden a mí. Ese monstruo abrió la boca, mostrando su dentadura perfecta. Detrás de él apareció una niñita de cabellos rubios y rizados, con un vestidito celeste, extremadamente hermosa y con la cabeza del abuelo Ayah colgando en su mano izquierda.

—Bella, querida, tu madre acude a mi llamada. Sabes que tarde o temprano la gente viene hacia mí. No intentes frenar mis deseos, o mis labios rozarán los tuyos, y serás la siguiente. Eres una fuerza superior, ¿por qué no te unes al mal? Serías una gran herramienta a utilizar. Tu apoyo nos sería de gran ayuda.

—¡Gilipollas! ¡No te tengo miedo! ¡Ven a mí si te atreves, pero como poses un solo dedo sobre mi madre, no volverás a ese infierno en el que vives!

La Muerte se acercó a mí. Eché la vista hacia atrás y vi a mi madre en una jaula; se encontraba atrapada. Cuando esa cruel fuerza posó su mano en mis cabellos, apareció la abuela Lakshmi en esa especie de debate entre el bien y el mal sin ninguna ubicación concreta. Lakshmi se levantó de su trono de Madre del Arroz y, sosteniendo los sueños de toda la familia en su mano izquierda, ahuyentó a la Muerte y a su pequeña hija con solo balancearla un poco. La abuela se acercó y me dijo:

—Nieta mía, a pesar de no haber mantenido una estrecha relación contigo, nunca dudes que te quise en vida. Cuido de tus sueños y de los de Nisha; si seguís el camino adecuado, triunfaréis. Recuerda: tu corazón es un bambú. Mímalo y escucharás su canción. Confío en vosotras, sé que lo conseguiréis.

La abuela miró a mi madre, inconsciente en la jaula, y dijo:

—No ha tenido una vida fácil. Fueron las circunstancias las que la condujeron a ser cruel. Estás a tiempo de salvar su vida. Te daré un aviso; no te encadenes a ningún hombre cruel que pueda volver gris a tu corazón, tal y como Luke consiguió hacer con el de la pobre Hoyuelo. Dile a Nisha que estamos orgullosas de ella y la queremos. Si quieres comunicarte conmigo ...solo [...] ... [...]

En ese momento desperté sin haber escuchado lo que intentaba decirme la abuela. Me quedé con ganas de responderle. El sueño no mentía; mamá corría peligro, y así me lo confirmó una enfermera. De alguna manera conseguí los poderes del tío Sevenese, y pienso aprovechar mi don para hacer el bien.

Tras recordar todos los sucesos de esa movida noche, me dirigí a mi destino.

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Capítulo 7 (Ratha)


CAPÍTULO 7
RATHA
"Delirios"
[2001]

Subimos las escaleras hacia casa de Ratha en compañía de esta. Yo estaba acostumbrada al olor de ese lugar y a su ambiente maloliente, pero Bella, habituada a tener su apartamento como los chorros del oro, mostró varias muecas de disgusto. Nos encontrábamos ante un apartamento de 4 plantas, con 4 pisos por nivel. Ratha vivía, por suerte, en la segunda planta. La primera tenía las puertas llenas de polvo, buzones descoloridos y medio colgando y rastros de orina de algún animal salvaje. Una anciana en bata y desaliñada, con manchas en la cara, salió al encuentro de Ratha y le entregó 300 ringgits. Después se inclinó ante ella y le besó la mano. Tras visualizar esa extraña imagen, nos dirigimos a nuestro destino.

No cabía duda de que era el nivel más decente de todos. No puedo decir que deslumbrase hasta el punto de parecer uqe los dioses la habían bañado en oro, pero no estaba nada mal. Solo había tres apartamentos. Exteriormente, el más bonito de todos pertenecía a Ratha; la puerta, hecha de madera natural, no tenía nada que ver con las demás, que debían ser madera prefabricada y medio roída por algún castor de la zona. En el buzón de Ratha pude ver su nombre, y en los otros dos leí "Minah" y "Kutub". Las paredes del pasillo estaban colocadas a modo espejo interior, y el suelo era de mármol. Al entrar en casa de Ratha, la tiíta Bella volvió a sorprenderse; ese apartamento era precioso. Fácilmente distinguías que las paredes del piso estaban recubiertas de tela rosa con motivos frutales y el suelo, de azul marino, conjuntaba perfectamente. En conclusión, todo era agradable a la vista. Ese pasillo unía varias habitaciones. Parecía el piso de una reina. Ratha nos llevó a la pequeña salita donde la vi por primera vez para grabar su testimonio; era un despacho de ejecutiva, con escritorio y sillón negros, decorado con varias estanterías y retratos de paisajes ceilaneses. No nos dejó ver el resto de las habitaciones. Bella se sentó y encendió la grabadora.

—En efecto, yo pinté esos cuadros. Veo un interrogante en vuestras caras y sospecho que es por eso —dijo nuestra inocence tía política.
—Ratha, perdona la intromisión, pero, ¿cómo puedes tener un apartamento lujoso en un sitio tan deprimente?

Ratha sonrió maliciosamente y comenzó a pintarse las uñas. Seguramente intentaba decirnos que tenía todo el tiempo del mundo.

—Pequeñas, no sabéis nada de mí. A día de hoy soy la casera de este bloque de apartamentos. Mi trabajo como cocinera me valió un reconocimiento nacional, gané mucho dinero y conseguí comprar este lugar. No me dio la gana reconstruirlo, preferí acoger a personas sin nada en la vida y cobrarles una miserable suma de 300 ringgits. En la tercera y cuarta planta no hay nada, solo un trastero y la azotea.

Ratha nunca me contó nada de eso, por lo que debía preguntar.

—¿Por qué no me lo dijiste antes, Ratha? Y, por cierto, ¿De quién son los otros dos apartamentos?
—No era el momento- Si te sirve de consuelo, esos apartamentos son de mis fabulosas hijas, Minah y Kutub.

¡Qué casualidad!; la hija de Ratha se llamaba igual que esa gata a la que el tío Sevenese acogió hace más de 50 años. Supuse que Minah debía tener 43 años y Kutub 39. Minah tenía más o menos la edad que debía tener mi madre, Hoyuelo. Creo que les separa solo un año, siendo mayor mi madre.

—Ratha, háblame de tus hijas. ¿A qué se dedican?
—Bueno... Minah es una abogada de renombre; no ha perdido un solo caso en más de 20 años de carrera. Kutub aun no ha logrado hacer nada de sí misma, por lo que me veo obligada a mantenerla. Ella quiso estudiar enfermería, pero le dije que antes la prefería de ramera. Y eso es lo que hizo, dedicarse a la prostitución, como esa tal... ¿Cómo se llamaba, Bella? Seguro que tú conociste a la antigua amante de Luke. —le espetó, de forma provocadora.
—¿Hablas de Rosette, Ratha? —contesté yo, puesto que supe que Bella iba a contestarle de malas maneras.
—Veo que la conoces, Nisha... Has avanzado mucho en tu investigación. Continúo, si no os importa. Kutub dejó el viejo oficio hace poco. Seguramente pensó que su padre no habría estado orgulloso; no lo veía mucho, pero la niñasentía un gran amor por su padre, seguramente porque de pequeña era tan fea como él. Kutub ha pasado por quirófano más veces que Hoyuelo, esa antigua estrella de Hollywood de hace más de 40 años. ¿Sabías que tu abuela Rani llamó Hoyuelo a tu madre solo porque le gustaba esa famosilla? Mis hijas han tenido una vida mucho mejor con una madre que las ha querido. Tu abuela maltrataba a Hoyuelo hasta dejarle moratones. ¿Verdad, Bella? Además, me explotaba y obligaba a hacer sus tareas doméstica.

Ratha empezaba a delirar, así que Bella la cortó rápido.

—Ratha, ¿es posible que Minah conozca a mi hermano Nash? —dijo ella, para mi total sorpresa. ¿Qué tenían que ver?
—Sí, lo conoce. —mi sorpresa fue aun mayor. Mi intriga aumentaba por segundos. —Y también conoce a su mujer, compañera suya en el bufete. Precisamente es su jefa. Oh, su nombre era algo así como... Sakura. Es japonesa. Parece ser que tu hermano maltrata a esa pobre mujer. Tienen dos hijos; desconozco sus nombres, pero esa mujer lo está pasando realmente mal. Hasta donde alcanzo a entender, es una persona de buen corazón. Me recuerda mucho a tu madre, Nisha; no quiere marcharse por sus hijos. Nash no le dará el divorcio, la quiere solo para él.

Y, tras esas palabras, el móvil de Bella empezó a sonar; tenía una llamada.

—Hablando del rey de Roma... enseguida vuelvo, podéis seguid hablando.

Bella salió del apartamento y comenzó una "agradable" conversación con Nash. Le dedicó perlas como: "Que te jodan, maltratador", "Ojalá el dios de la guerra te lance un rayo y mueras", entre otras. Seguí mi conversación con Ratha.

—¿Y por qué Nash pega a su mujer?
—Porque la perra de Rani lo trataba como no trató a Lakshmnam. Oh, Lakshmnam... Yo le amaba. Si no llega a ser por esa bruja, nos hubiéramos fugado. Amaba a tu abuelo con una pasión mortal. Seguro que pensáis que su muerte ha hecho que yo deje de amarle, pero todo lo contrario. Solo ha avivado el fuego del amor. Estoy deseando que la muerte me alcance para volar junto a él.

De nuevo comenzaba a delirar. Cuando yo la visité hace unos pocos meses, no cambiaba de tema tan radicalmente. ¿Quizá no se había tomado la medicación?

—Comprendo; así que Nash fue malcriado por Rani y, además, se llevaba mal con Lakshmnam. Y ya que estamos, ¿qué me puedes contar de Bella?
—Pobre desgraciada. Esa mujer taimada ya mencionada se aprovechó de la bondad de tu tía para que se hiciera cargo de ella. Nunca la quiso, siempre la ignoró, aunque no creo que la odiase como a Hoyuelo. Yo odié con todo mi corazón a Lakshmi cuando estuvo en vida, pero Hoyuelo tenía todo el derecho del mundo a estar con su familia, y ese no era motivo para darla de lado. Empiezo a irme del tema. Lakshmnam adoraba a Bella, pero ni punto de comparación con lo que sentía por Hoyuelo. Hoyuelo se parecía a la niña esa... Mojito... Mohini, como se llamase. Dos gotas de agua.

Y, repasando el testimonio punto por punto, me llamó la atención la relación de las hijas de Ratha con Nash. También se me hizo interesante la mención a Rosette, la mujer que arruinó la vida de mi pobre madre. Me despedí de Ratha estrechándole la mano.

—Gracias, tiíta Ratha, siempre es un honor conversar contigo.
—El placer es mío, queridas. Me siento muy sola en esta casa, no me viene mal algo de compañía.
—¿Sabes cuándo puedo ver a tus hijas?
—A Kutub a cualquier hora. A Minah sobre las 6 de la tarde en fin de semana. Hablaré con ellas y os concertaré una cita.

Bella seguía en la calle cuando salí del apartamento, pero sin hablar por teléfono. La vi muy enfadada y dolorida; su puño sangraba. Seguro que discutió con Nash y se mandaron mandaron a freír espárragos mutuamente. Bella es demasiado sensible. Cuando nos montamos en el coche, recibí una llamada de Lalita. Comentó que había encontrado unas cintas de Sevenese muy importantes sobre el futuro de la familia. Porque, veréis, Sevenese era astrólogo. Él vaticinó algo sobre mi madre que... bueno, digamos que si mi madre hubiera escuchado sus cintas a tiempo... hoy día la tendría a mi lado.

Tras hablar con Lalita unos minutos le colgué y concerté una cita con ella para el día siguiente. Me quedé a dormir en casa de Bella. A las 4 de la madrugada recibió una llamada de una enfermera. Bella cambió a una tonalidad pálida. Al colgar, habló tartamudeando.

—Nisha... algo va muy mal en el hospital. Rani... mi madre... ha pasado algo con ella, algo muy grave... Dicen que es muy posible que... en fin, es posible que pueda morir.

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