Javier y Laura. Con la tecnología de Blogger.
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Extra III + Capítulo 11

Después de un mes de parón, subimos dos capítulos. De este primer tramo solo falta el Extra IV, interconectado con el capítulo 11. Esperemos que os gusten y perdonad esta larga ausencia, pero hemos estado algo ocupados.


EXTRA III
AYAH
"LA MUÑECA MALDITA"
[1967]

Querida Hoyuelo, supongo que tu padre te habrá contado que eres la viva imagen de nuestra pobre Mohini. De hecho, el día de tu nacimiento, vino directo a tu abuela diciéndole que Mohini había vuelto en forma de su nieta; se veía en la cara de Lakshmnan que algo había renacido dentro de él. Desde aquel fatídico día en el que le separaron de su mitad no se le vio tan lleno de vida y con una luminosidad especial en el cuerpo.

Recuerdo el momento en que, aparte de ti, había otra imagen que también irradiaba la belleza de nuestro ángel. Todo esto ocurrió de una forma muy curiosa, poco después de la ocupación japonesa, en ese momento en el que los soldados japoneses estaban huyendo del país temiendo las futuras represalias de los soldados americanos, ya que tenían la guerra ganada. Como no habían contado con este desenlace, no se habían proporcionado barcos de carga para llevar sus enormes propiedades, comida y tesoros confiscados a la gente de Kuantan, exactamente ubicados en un almacén que se encontraba al lado del mercado.

Obviamente, el pueblo no tardo en enterarse de la noticia, y con carros y bicicletas se dirigían con prisas al almacén. Nada más llegar la noticia a oídos de tu abuela, me envió allí.

—¡Date prisa! —gritó—. ¡Antes de que se lleven las mejores mercancías!

Me puse con todas las prisas posibles la ropa de calle y fui pedaleando lo más rápido que me permitían mis piernas al mercado. Vi por el camino como volvían las personas con grandes sacos llenos de arroz, harina y bastantes antigüedades. Mis temores se hicieron realidad; cuando llegué al almacén saqueado solo quedaban cajas vacías y una capa de polvo.

Di una vuelta, pero ya parecía mentira que ese lugar había albergado uno de los mayores recursos de Kuantan. A punto de irme desanimado, avisté una pequeña caja oblonga de madera claveteada.

“Bueno —pensé—, más que nada. Igual en su interior hay algo de valor.”

Ya en casa, lo primero que vi fue la cara de decepción de tu abuela al ver que solo llevaba una caja de madera, pero sin perder tiempo la abrimos. Su interior nos dejó asombrados; en realidad, el primer y único objeto que sacamos. Parecía una figurita tallada a mano por el mismísimo Ganesha, y deslumbraba una belleza increible.

—Es…es… —tartamudeó Sevenese.
—Es Mohini —dijo tu padre, sin el mínimo cambio de expresión de su cara.

Aquella muñequita de jade con destellos verde oscuro permaneció en la vitrina familiar junto a los demás recuerdos familiares. Después supe porqué a Lakshmnam le había sido indiferente este gran hallazgo. Los japoneses se habían llevado a Mohini, y a cambio, nos habían ofrecido una imitación de ella que no sentía, que no hablaba, que no transmitía sentimientos y que su destino era reposar en la vitrina solo para poder contemplarla. No era indiferencia, era una llama que aumentaba su fuego interior, la furia. Nunca nos trasmitió sus sentimientos directamente.

También pude leer el interior de tu querida abuela al contemplar la figura por primera vez. En ese momento recordaba ya como hace años un adivino le había hecho una profecía sobre su vida. Un fragmento de ella era “Atraerás a tus manos un objeto ancestral de gran valor. No te lo quedes ni intentes obtener ningún beneficio de él. Su lugar está en un templo". No podíamos tirar esa reliquia; por fin teníamos un recuerdo de ella, y eso sería aceptar que el adivino tenía razón con el resto de la profecía, la cual no era muy halagüeña en su contenido. La figura sigue en su sitio, y desgraciadamente pienso que tendríamos que habernos desecho de ella; es una brisa de mala suerte que se ha instalado en esta casa.

¿Tendría sentido deshacerse de ella? Pregúntale a tu abuela. El día que alguien quiera que salga de la vitrina, sabré que no es mi Nefertiti.

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CAPÍTULO 11
NISHA
'Transición'
[2001]

Había sido un día muy denso, y estaba agotadísima. Iba conduciendo a mi pequeña mansión para reflexionar con la almohada; esperaba que Amu no hubiese hecho la cena, no suelo tener hambre por las noches.

Seguí conduciendo y me desvié del camino. No sé como, acabé delante de la casa de Mui-Tsai. Varias preguntas rondaron por mi mente: ¿Mui-Tsai? ¿Qué hago delante de su casa? Indirectamente, mi subsconsciente me había dirigido a su vivienda… Supuse que necesitaba alguien con quien hablar del día de hoy. ¿Pero, porqué Mui-Tsai y no cualquier otra persona?
Pulsé el timbre y me abrió la puerta una mujer relativamente joven, pues tenía unas ojeras enormes y la piel negra, pero no como el bisabuelo Ayah; mucho más negra, pero estuve segura de que no era por el contacto con el sol. El pelo lucía un negro mate; ya había perdido el brillo. Otra característica es que era de una estatura muy baja, mediría 1’40 metros. No era costumbre ver ese tipo de mujeres en Malasia. Recuerdo las clases en la escuela; había personas que adquirían un maquillaje totalmente negro por sus antepasados para resistir la dureza del sol en la lejana África. ¿Pero como pudo llegar aquí una joven africana?

No pronunció palabra, simplemente me llevó al salón, donde Mui-Tsai, vestida con una bata de andar por casa, sentada en un sofá de considerable valor y tomando una infusión, estaba viendo una telenovela bastante popular en el país.

—Vaya, Nisha, no te esperaba. Ven, siéntate, y acaba de ver el capítulo de hoy conmigo —dijo ella, con una sonrisa que mostraba arrugas en su cara.

Sinceramente, nunca me han interesado las novelas televisadas. Creo que las repelo. Amor, desamor, engaños y amantes son el pan de la protagonista en cuestión de días. Demasiado surrealista para mi gusto. Por suerte, solo le quedaba unos minutos. El final narraba que la protagonista había elegido el amor de su marido en vez de huir de él, un empresario de la gran ciudad, que la engañaba con una burda dama de la noche. No puedo evitar pensar en mi madre cuando pienso en ese episodio.

—Siento haberte hecho esperar, querida, me he enganchado a esta serie televisiva. Nasib, ¿puedes llevarte la taza a la cocina, por favor?

Sin gesticular ningún movimiento en su boca, se acercó, cogió la taza vacía y se fue.

—Curiosa sirvienta la tuya, Mui-Tsai. No sabía que habías estado en la lejana África.
—¿África? Oh, no, ni mucho menos, Nisha. Es demasiado joven para que la haya recogido de un lugar tan lejano, y mis huesos no están de humor para viajes de tal calibre.
—¿Entonces, de dónde has recogido a esta curiosidad exótica?
—¿No has oído hablar del pueblo Semang? Están casi desaparecidos, pero muy dispersos por Malasia. A ella exactamente la encontré en la provincia de Kelatan, donde queda una pequeña población de ellos. La vi escondida en mitad de la selva, ataviada con un ropaje llamativo, cubierta de sangre e inconsciente. No estaba herida.
—¿Y qué le podría haber pasado?
—Tienen por costumbre que los recién casados de sus poblaciones han de pasar un tiempo dentro de la selva. Supongo que su suami fue atacado por alguna bestia de la selva, muy triste. Supuse que pertenecía a los Jahai, una división de su pueblo en general, pero está muy mal, repito, muy mal considerada la violencia en su cultura. Seguro que la culparían por la muerte de su marido y la condenarían, así que la rescaté y me la traje en el viaje de vuelta a Petali Jaya. Supongo que tiene el nombre perfecto para lo que le ha acaecido la vida —añadió con gran énfasis.
—¿Y… habla? —pregunté, con curiosidad.
—Solamente habla el semang, aunque he conseguido que aprenda órdenes en malayo, así que no tardará en hablarlo. También le costó mucho adaptarse a la vida de ciudad; recuerdo que la primera vez que observó la vista panorámica de la ciudad se llevó un gran susto, aunque he mandado habilitar una zona en el jardín con denso follaje para que se sienta como en casa.

Realmente, Mui-Tsai era una persona a la que le preocupaba mucho las vidas de las personas; en el mundo falta gente como ella. Estuvimos hablando un poco de la cultura semang, de cómo avanzaba 'El Camino de los Sueños', y de su próximo viaje.

—Me gustaría volver a Tailandia; fue uno de los primeros viajes que hice a solas con mi difunto marido, y viví una experiencia espectacular. Tendrías que venir conmigo, Nisha.
—¿A Tailandia? Bueno, no sé que decir…
—Claro que sí, pequeña; dile a Bella que se anime, lo pasaremos bien.

Nos reímos ante la idea; yo lo pasaba bien con ella, y estaba desapareciendo la tensión acumulada durante el día y comenzaba a perder el sueño. No tardé en irme, pues el tiempo había volado y ya eran las ocho y media. Entre charla y charla, el tiempo se alarga. Me despedí de Mui-Tsai con un beso y su sirvienta Nasib me acompañó a la puerta.

Tardé media hora en llegar a casa, y cuando llegué, me estaba esperando en la mesa una ensalada con champiñones y un platito de satay. Amu se habría retirado a descansar, aunque eran las nueve. Cené con lentitud, con la luz de la cocina encendida y la tele apagada, y no tardé en retirarme a la cama. Esa noche quería comentar con la almohada todo lo vivido en el día, pero me dormí al instante y caí rendida.

•••

Los primeros rayos de la mañana asomaron con timidez por mi ventana. Apenas eran las seis de la mañana, pero ya me sentía con energía para empezar el día, que prometía ser intenso. Lo primero que hice fue mirar mi móvil; había recibido un mensaje de Bella del día anterior:

«Es el momento de sacar a la detective que llevo dentro».

Ya sabía que esto pasaría; Bella se había cansado de tanto misterio y estaba investigando a Rani y al hospital en general. No le respondí, pues ella sabía mi respuesta sin necesidad de decirle nada.

Amu aún no estaba despierta, así que me preparé el desayuno yo misma: un simple tazón de leche con cereales. Después, puse el telediario matinal. Apareció con una noticia de Kuantan; al parecer, unos ladrones habían atracado un banco, aunque la operación no resultó exitosa y los asaltantes dejaron muchos daños materiales.
Hablando de Kuantan, tenía que ir a ver a la tiíta Lalita para preguntarle sobre su reacción de ayer con la enfermera; sin duda, esa sería hoy mi prioridad. Enseguida me puse en camino, pues era un viaje largo. Ya estaba planteándome el comprarme una casa por ahí cerca para no tener que emprender caminos tan largos.

Llegué más o menos a las diez de la mañana, y la tiíta Lalita estaba en el porche, limpiando.

—Vaya, Nisha, no te esperaba tan temprano —dijo mi tía abuela, alegre de recibir visita.
—¿Ah, que me esperabas?
—Después de lo que pasó ayer, era cuestión de horas. Incluso estaba preparando café, pasa.

Me senté en el viejo banco mientras ella me servía el café. Observé que tiíta Lalita estaba haciendo limpieza general en la casa.

—Bueno, Nisha, ¿qué quieres saber?
—¿Quién es la enfermera del hospital? ¿De qué la conoces? ¿Y por qué no te reconoció?
—Paso a paso, Nisha, te responderé a todo. Es una historia larga, y que si no estuviera fallecida te la podría contar mi hermana Anna, que en paz descanse. Ella tuvo un marido ejemplar, un empleo muy bien reconocido tanto por esos tiempos como ahora, y una hija preciosa y muy hermosa.

»Como ya te dije, la perdió en un parque, mientras echaba la vista a los exámenes de sus alumnos o a cualquier otro texto importante. Hubo una búsqueda exhaustiva de 10 años, pero la niña nunca apareció. Bueno, lo que más te intrigará es cómo la reconocí tan rápido. Cuando cumplió 4 años, Anna le compró una bicicleta a Rubini, con la que se había encaprichado mientras paseaba por los almacenes de la ciudad de la mano de sus padres. Recuerdo que ese día pasó su cumpleaños con la familia en esta misma casa, y ante la insistencia de Rubini, Anna permitió que estrenase la bicicleta. ¡Ojalá hubieras visto lo feliz que era dando vueltas por la casa! La cuestión es que a mi padre se le ocurrió la idea de quitar las ruedas de ayuda para enseñarla correctamente a utilizarla. Anna no estaba segura, pero, al final, cedió. Rubini aprendió muy rápido, todos aplaudíamos desde el porche como la manejaba; era todo un orgullo verla.

»Un susto imprevisto fue la que la hizo caer. De repente, de la casa del viejo Soong, salió la Primera Esposa gritando en chino a la sirviente, al parecer castigándola, y le ordenó dar cinco vueltas a la casa con dos sacos de patatas colgando de los brazos. Rubini se despistó, perdió el control de la bicicleta y cayó, golpeando su suave mejilla derecha en una piedra de aspecto puntiagudo.

»Siempre recordaré su carita redonda, su sonrisa, que era capaz de iluminar el día más nublado, pero el motivo por la cual la reconocí en el hospital fue por una cicatriz peculiar en su mejilla derecha, con forma de zig-zag- El médico que le puso puntos en la herida fue un poco manazas, y le dejó marca. Estoy segura de que esa mujer era Rubini, tenía la misma marca en la mejilla, no cabe duda, la cosa es que es normal que no me recuerde, ha pasado demasiado tiempo…

Quedamos en que la próxima vez que fuéramos al hospital a ver a Rani, buscaríamos a la enfermera y hablaríamos con ella, aunque, a ese paso, imaginé que Bella ya habría descubierto el asunto. Eran las once de la mañana; si salía ahora, llegaría a casa a la hora de comer, pero preferí quedarme a ayudar a la tiíta Lalita con la limpieza general, pues no era trabajo para una sola persona.

Ella se fue a la habitación del tío Sevenese (¡Buena suerte, Lalita, la necesitarás!), y yo me ocupé de la habitación de la bisabuela Lakshmi, que llevaba vacía desde que falleció, y más bien lo que había que hacer era limpiar el polvo, y retirar las telarañas y sus respectivas huéspedes.

Estuve metida todo el día dentro de la habitación, y a la hora de comer, la habitación estaba como una patena. La luminosidad de la habitación era ahora completamente diferente tras retirar la mugre que había en las ventanas; el polvo de encima de la cama estaba ahora en el recogedor; la madera del suelo sin suciedad, pero supongo que para que pueda recuperar su brillo natural, necesitaría una buena capa de barniz, y barriendo debajo de la cama encontré una par de botas bastante elegantes, una caja con saris que supongo que Lalita querría conservar y un billete de 50 ringgits.

A las dos de la tarde Lalita me llamó a comer. Preparó algo sencillo: unos fideos instantáneos con sabor a curry, los cuales devoró con avidez.

—Mmm…me encantan, son mis favoritos. Ah, Nisha, tengo una noticia que darte. ¡He encontrado algo que podría ayudar en vuestra investigación! —dijo, sonriendo y con los ojos brillantes.
—Te brillan los ojos, Lalita. ¿Qué has encontrado?
—Sabes que registré la habitación de mi hermano Sevenese para darte todas las cintas y las cartas astrales que encontrara. Pues bien, he encontrado otra que estaba escondida en una caja de zapatos, y lo mejor de todo es que pertenece a tu madre.
—¿Cómo ha podido aparecer en ese lugar?
—Recuerdo que poco antes de que tu madre fuera en busca de otra vida, recibí un paquete de ella con varias cintas dedicadas a ti. Para evitar perderlas las escondí por los huecos de la casa, cada una en un sitio, y se me olvidó la ubicación de la última. Pues aquí la tienes.
—Parece muy importante para que estuviera escondida ahí.
—Lo es; la mayoría de cintas me dijo que las escondió en tu casa. Yo de ti la escucharía ahora.
—Pero Lalita, ¿no quieres que te ayude con la habitación de tu hermano?
—No te preocupes por ese galimatías, Nisha. Llevo años limpiando sola, y soy capaz de enfrentarme a ese caos.

Tomé la cinta de sus manos y, mientras ella volvía a la habitación del tío Sevenese, cogí la grabadora de mi bolso y me fui a la habitación impoluta de la bisabuela Lakshmi. Se respiraba un aire diferente, parecía que su atmosfera había cambiado.

Puse la cinta dentro de la grabadora, me dejé en la cama, cerré los ojos y simplemente escuché.

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En el extra IV, el que viene a continuación y subiremos próximamente, se terminará este tramo de la historia. En poco tiempo, comenzaremos a subir los del segundo bloque, que pasará a ser una precuela de lo acontecido en esta parte. Para hacer más corta la espera, iremos subiendo otras cosillas mientras terminamos de escribir, pues queremos tener material suficiente como para poder ir publicando capítulos sin tener el tiempo encima.

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