CAPÍTULO
9
NISHA
"CAMINOS"
[2001]
Lalita y yo abandonamos la
habitación de Rani tras concederle unas palabras de ánimo a Bella.
Mis sospechas se confirmaron esa misma mañana; Bella no concibía la
vida sin su madre.
Al bajar unos cuantos
escalones, Lalita señaló con el dedo a la enfermera de la abuela.
—Nisha, agárrate de mi
brazo y llévame a hablar con esa joven. Mis huesos están cansados
de bajar escaleras.
Una niña pequeña se
burló de la forma de hablar de la desdentada tiíta Lalita. Tras
mirarla acusadoramente, nos dirigimos hacia la enfermera.
—Rubini, querida... eres
tú, las libélulas te han devuelto a casa —dijo Lalita, con un
brillo especial en sus ojos.
—¿Qué está diciendo,
taimada anciana? ¡No se llevará mis ringgits! ¡Váyase, aléjese
de mi vista!
En ese sucio y triste
pasillo de hospital, caí en que la tía abuela Lalita conocía a la
enfermera. ¡Pero esa insípida mujer acababa de negar a la tiíta!
Pude ver sus ojillos llenos de tristeza. Mi primera reacción hubiera
sido abofetear a esa enferma, pero me contuve porque sería una falta
de respeto hacia la abuela Rani.
—Se ha ganado usted una
queja a su nombre en el libro de reclamaciones. No cabe duda de que
debe tener grandes conocimientos referentes a su oficio, pero unas
clases particulares de educación no le vendrían nada mal.
Rubini se echó hacia
atrás ofendida. Conozco a ese tipo de mujeres, están acostumbradas
a tenerlo todo en bandeja. Yo tengo estudios para ser secretaria, y
me quedó bien claro que el trato con los clientes es fundamental
para el éxito de un negocio. No debe haber mucha diferencia entre
una secretaria y una enfermera, ¿verdad?
Tras dejarla atrás, llevé
a Lalita a su pequeño vecindario. Uno de los hijos de Mui-Tsai se
hallaba en el jardín regando unas macetas.
—Nisha, perdona por
haberte dejado en evidencia delante de la enfermera. Es normal que no
me recuerde, ha pasado tanto tiempo... creí que la mataron.
—No es nada, tiíta.
Llegaré al fondo de esa mujer, no me ha gustado nada el trato que te
ha dado. Te agradezco el haberme entregado las cintas de Sevenese.
Me despedí de la tiíta y
conducí hacia el bloque de apartamentos de Ratha. Esa calle me
estremecía de lo vacía y sucia que estaba. Al entrar en los
apartamentos, me sorprendió ver que no estaba tan sucio como el día
anterior. Un majestuoso gato saltó por la ventana de un apartamento
y una mujer lo echó a escobazos. El felino me miraba, intimidante,
pero se rindió ante mis ojos de Nefertiti; en realidad, yo formaba
parte de su manada. Bella me confesó hace poco que podía ver una
pequeña tigresa en mis ojos, pero no la entendí del todo. Simples
metáforas. Me acerqué al gatito y jugué un poco con él.
Seguí vagando por mi
mente hasta que divisé a Kutub bajando a la planta en la que me
encontraba. Dejé al gato y le estreché la mano limpia a la hija de
Ratha.
—Buenas tardes, viajera.
Por algún motivo, te gustaría tener una conversación conmigo.
—dijo la sonriente y educada mujer.
—Hola, ¿qué tal? Soy
Nisha, la sobrina nieta política de tu madre. Encantada de
conocerla, Kutub.
—Oh, venga, Nish, puedes
tutearme, que somos familia. Sígueme, te enseñaré ese cuchitril al
que llamo hogar.
¿Nish? Pasó del respeto
más absoluto a la despreocupada confianza. Aun así, me sentí
cómoda. Dejé de tener esa sensación cuando, al llegar a la planta
de Kutub, apareció Rosette. Estaba despampanante, con un sari azul
celeste precioso, pero no pude evitar pensar que esa mujer destruyó
a mi padre. ¿Qué hacía ahí?
Rosette me saludó, pero
la ignoré por completo. Entonces lo comprendí todo; la hija de
Ratha intentaba tenderme una emboscada para conseguir mantener una
conversación con esa pobre mujer. No pude hacerlo, y no por odio,
sino porque cuando miro a sus ojos, no puedo evitar recordar las
palabras que están guardadas en la cinta que le grabé. Así que
salí corriendo. Corrí lo más rápido que pude; ¡a la porra el
camino de los sueños! ¡No iba a ver otra vez a la mujer que hundió
a mi padre!
Avancé tanto en mi
carrera, que cuando paré a descansar, me enteré yo sola de que mi
actitud era inmadura, propia de una colegiala. Ama y apa no están
aquí, lo importante es terminar 'el camino de los sueños' y
reeditar 'Madre del Arroz'. Eso haría que mi madre estuviera
orgullosa, y no el poner más peso sobre la conciencia de Rosette,
que era consciente de que hizo mal algunas cosas. ¡Además, había
dejado el coche en el bloque de apartamentos! Debía regresar.
Al llegar, Rosette no
estaba. Ratha acababa de llegar y me echó la bronca por mi reacción.
—¡Nisha! ¡Cómo se te
ocurre dejar tirada a la niña! Con la ilusión que le hacía
aparecer en tu libro.
—Perdóname, tiíta
Ratha, pero la abuela Rani está grave y me he visto obligada a ir a
visitarla.
—¡Dios mío! ¡Se ha
atrevido a hacerlo! ¡Qué cabeza hueca! Me marcho a Petali Jaya. No
seas dura con mi pequeña. —Ratha hizo una breve pausa, y añadió,
con media sonrisa —Ah, mona, tu excusa no cuadra. Busca una mejor.
Si me disculpas, tengo que irme.
Anduve a la planta de
Kutub y pulsé el timbre. "Din, don", pero nadie me recibe.
Abrió la puerta a los tres minutos y me invitó a pasar. No sé como
describir su apartamento, porque mezclaba la más exquisita elegancia
con los olores del incienso quemado de más. No era muy grande, pero
parecía ser que ella se conformaba.
Las paredes del pasillo
principal, que conectaba todas las habitaciones de la casa, estaban
tapizadas de rosa chicle, y el suelo de un amarillo oscuro con algún
motivo floral. Los cuartos se dividían por una lámpara bronce en el
techo, que se encontraba en medio de todas e iluminaba a la
perfección. En la parte derecha encontrábamos cocina y baño; en el
izquierdo, su habitación personal y un pequeño despacho. Justo al
final se veía una doble puerta que daba a la sala de estar, grande
y espaciosa. Pude ver un equipo de música, una mesita de té y tres
sofás negros, con mucho estilo y que conjuntaban entre ellos a la
perfección. Más de cinco cuadros famosos decoraban la pared gris.
El suelo gris estaba bañado de alfombras persas y, para terminar,
una mesa alta con cuatro sillas para las comidas. Las lámparas se
mantenían de pie y emitían una luz roja intensa pero agradable.
Nos sentamos las dos en
uno de los sofás y encendí la grabadora. Kutub dejó fluir las
palabras desde su garganta hacia fuera, con esa voz tan frágil y
aguda que la caracterizaba.
—Mi vida es más simple
que un grano de arroz. De pequeña, me mantuve a la sombra de mi
fantástica hermana, niña de los ojos de ama. Cuando nosotras solo
éramos unas tristes inquilinas de este edificio y vivíamos en un
patético apartamento maloliente, yo quería mucho a mi padre, tanto,
que me dolía el corazón de tanto que lo amaba. Jeyan me comprendía,
entendía la tristeza que se siente al no ser amado por la persona a
la que amas. Porque, verás, mi madre me maltrataba.
»Por el engaño que
sufrió, se convirtió en una depredadora sedienta de sangre, y la
fealdad que residía en mi interior y el amor que sentía por apa me
convirtieron en un caramelo blando para sus fauces.
»Me fue negado el derecho
a visitar a la abuela Lakshmi u otros familiares, y mucho menos podía
acercarme al hombre que me dio la vida, o de lo contrario, recibiría
una paliza. Minah acabó envenenada contra nuestra familia paterna,
pero yo no. Siempre me escapaba para estar con mi padre, hasta que
cumplí diez años, y poco a poco dejé atrás la mediocridad para
convertirme en un bello cisne. Le negué la palabra a mi padre,
incluso me burlaba de él. Hice trizas su ya de por sí dañado
corazón, pero más le dolió verme crecer. Coqueteé con la espiral
oscura que esconde la vida y, a los 16 años, acabé siendo tragada.
Jugué con las drogas, el alcóhol e incluso el sexo, algo que no
estaba bien visto en esos tiempos y menos en una menor.
»Mi madre ya no era tan
cruel, así que hizo lo posible para evitar mi auto-destrucción. Si
ella cambió su forma de ser, fue por ese ángel al que llamabais
Hoyuelo.
»Ignoré a todos, familia
incluida, y seguí el camino de la infelicidad. A los veintipocos
conocí a Rosette y me convertí en una "chica dorada", o,
si no lo ves claro, en prostituta. Mis curvas esbeltas y mi
inagotable belleza me abrieron paso a la riqueza. A los treinta y
pocos, conseguí una cantidad de ringgits considerable, así que le
cedí a mi madre un buen pedazo de mis ganancias. Compró este bloque
y lo reformó. Mis clientes amueblaron este apartamento con obras
robadas, y cuando me retiré del negocio hace tres años, sufrieron
mucho. Y todo porque mi madre no me dejó ejercer como enfermera, ya
que en el pasado se veía como algo impuro e incluso se consideraba
pecado lavar las partes íntimas de otros hombres. A más de una
mujer en su juventud le pasó eso, yo ahora, con más de cuarenta
años, veo ese pasado muy lejano.
»Sé que te interesará,
así que lo comento; ni mi madre ni yo queríamos que Rosette hiciera
daño a tu familia, pero no pudimos controlarla. Estaremos
eternamentes agradecidas con Hoyuelo, por mucho que te estemos
devolviendo el favor con estos testimonios que te ofrecemos, pues
ella salvó nuestras almas y encaminó nuestras vidas hacia la
felicidad. No nos sirve de nada hacer más daño a Rosette, pues ella
es consciente de que hundió a la mujer más delicada y buena del
planeta, y se arrepiente por ello. Perdónala, Nisha, ella nunca ha
escuchado el bambú de su corazón. Creyó escucharla cuando tomaste
su versión de la historia, pero, al haberle huido, se dio cuenta de
que fueron imaginaciones. Ella eligió un camino incorrecto; yo tuve
la suerte de tener a mi familia, que me apoyó para salir de ese
mundo, pero Rosette no tiene a nadie. No cojas el camino equivocado,
Nisha, el camino del rencor no lleva a ningún lado.
»Mi padre es un espectro
que aparece en mis sueños. Sus patéticos ojillos me piden perdón
por haber muerto, dejándome sola. Yo le contesto: 'Apa, no fue tuyo
el error, sino mío, por no haber visto la belleza que guardaba tu
corazón'.
Apagué la grabadora y me
marché a casa. Ese día fue muy largo y aun era temprano; no eran
más de las 7 y ya necesitaba dormir. La almohada me ayudaría a
resolver mis dudas.